Lo primero que me gustaría aclarar que este artículo está escrito desde mi experiencia como madre de un niño de casi diez años con TDAH diagnosticado, no desde ningún punto médico o científico.
Me ha costado mucho montar en mi cabeza qué quería transmitiros en este post, ya que desgraciadamente el TDAH todavía es una enfermedad no reconocida por una parte de la sociedad, y me he encontrado con opiniones del tipo: «eres una exagerada», «todos los niños son movidos, son los padres que no tienen paciencia», «lo que le hace falta al niño es mano dura» y otras lindezas. Así que asumo que habrá personas que critiquen o banalicen lo que voy a contaros, pero quiero mostraros nuestra realidad, y quizá de esta manera podamos dar algunas pistas a esos padres que están en una situación parecida pero todavía no le han puesto nombre.
Desde que nació mi Quique (Zipi), yo noté que era un niño más demanandante de lo habitual, dormía muy poco y no paraba, recuerdo que le tenía en brazos y constantemente pateaba y se movía, pero bueno, la verdad es que hay muchos niños que lo hacen igual y no significa para nada que tengan una hiperactividad, así que que nadie se asuste. Algo que siempre cuento es una nota que escribió su profesor de guardería en uno de los boletines de notas, que decía algo así como «es un niño muy cariñoso y sociable, aunque le cuesta mantenerse sentado y callado, no para… ¡Pero qué te voy a contar a ti…!» Jajajajaja.
Pero ya fue en la etapa escolar donde surgieron los problemas las limitaciones. En Educación Infantil le costaba mucho seguir las dinámicas de clase, respetar el turno en los juegos y por supuesto, empezar a leer y escribir, para él fue todo un reto( pero lo conseguimos con mucho esfuerzo). En casa, era agotador, no lo voy a negar, podía sacar en diez minutos los juguetes de toda la habitación y no se entretenía más de tres minutos con ninguno, por lo que había que estar inventando todo el rato… En la calle era muy difícil de controlar no quería ir de la mano de ninguna manera y echaba a correr sin hacer ningún caso a nadie, vamos, que era un peligro con patas, así que alargamos salir con el carrito todo lo que pudimos.
Y llegó Primaria, y fue ahí cuando desde el colegio nos orientaron de las limitaciones que tenía en clase, animándonos a buscar ayuda para encontrar un diagnóstico médico, por lo que nos pusimos en marcha y lo primero fueron pruebas neurológicas y una primera batería de Test psicológicos a nosotros y a la profesora, y todo apuntaba al TDAH, y lo reconozco fue un mazazo, pero todavía me acuerdo de la frase de la psicóloga al ver mi cara de disgusto: «Tranquilos, el problema de estos niños es en el colegio, pero superado eso, son máquinas trabajando, son capaces de dar un 200% de sí mismos». Así que había que buscar la solución y contactamos con una Asociación de Padres de Niños TDAH (en nuestro caso, ANSHDA en Madrid, pero en la mayoría de las ciudades hay una), allí nos sentimos arropados, reconfortados, no explicaron todo lo que unos padres quieren saber cuando se enfrentan a un diagnóstico así, y nos ofrecieron las herramientas a nosotros, al colegio y a Zipi para poder superar todos los obstáculos que no fuéramos encontrando. Empezamos con el tratamiento farmacológico y la terapia psicológica, y los resultados llegaron muy pronto. Zipi el primer día que se tomó el tratamiento, salió de clase diciendo: «Mamá, he entendido todas las explicaciones que decía el profesor», y ahí me di cuenta que estábamos en el camino correcto y que ciertamente tiene que ser muy frustrante estar en un sitio 6 horas al día enterándote de lo que ocurre solo en un 10%, ¿os imagináis què duro? Y más para un niño que no entiende por qué si se esfuerza igual, o más, que el resto de sus compañeros, no hay resultados o por qué desconecta de la explicación del profesor al oír un ruido en el pasillo y se ha perdido qué deberes tenía que hacer para mañana, si él quiere atender y conseguir pasar un día sin que le recriminen su mal comportamiento. De verdad, que tiene que ser frustrante.
Por todo esto, os animo a buscar ayuda, a no conformarnos con que vuestro hijo es el «cafre» de clase, el que no se calla o el mal educado,… Si les dais las herramientas que necesitan, van a conseguir convivir con su «YO» sin frustrarse, sin sentirse limitados, porque escalón a escalón se alcanza la cima, y se convertirán en personas plenas, felices, que al final es lo que queremos todos los padres, no?